sábado, 17 de marzo de 2012

Influencia de la poesía de Cernuda en la poesía española posterior


La obra de Luis Cernuda se ha convertido en un referente obligado para un buen número de poetas españoles posteriores a 1939 que asimilan su particular poética, aprovechan los géneros líricos por él cultivados (monólogo dramático, poesía de la experiencia, poema meditativo), emplean intertextualmente sus versos o se acercan a él en el tratamiento de ciertos temas. A veces es posible también observar su influencia en determinados rasgos de estilo. Uno de ellos es el singular empleo cernudiano de la segunda persona. La incesante búsqueda cernudiana de técnicas poemáticas con las que evitarla, para él deprimente exhibición sentimental y alcanzar de esta manera un distanciamiento y una objetividad de resultados estéticos superiores, le llevó a experimentar con procedimientos como el monólogo dramático de personaje histórico o como ese recurso característico del autor sevillano que es el empleo de la segunda persona para confesar sentimientos propios o de su personaje literario. Este uso persistente del como sustituto de la primera persona es una técnica de desdoblamiento que proviene del sentimiento de absoluta soledad del poeta. Esta soledad empuja a Cernuda a un diálogo consigo mismo que rompe ese enajenamiento que experimentó a lo largo de su vida, esa sensación de ser otro, un otro cercano al que dirigiste en segunda persona.
Motivación estética y motivación personal se aúnan por lo tanto en un recurso retórico empleado desde siempre y que en el siglo XX encuentra en Machado su primer representante.
La técnica de utilizar la segunda persona en la poesía va a pasar gradualmente a la poesía española de posguerra por medio de su influencia, y será curiosamente en los autores del 70 (si excluimos la figura de Francisco Brines), los coetáneos y marginados del grupo central, donde va a obtener sus mejores y más fieles aportaciones. Hasta la generación del 50, el uso de la segunda persona en sentido cernudiano es algo poco abundante. Y así sólo esporádicamente aparece en los poetas del grupo Cántico. García Baena se dirige en “El retorno” a un tú llamado Pródigo y que sería posible vincular con el autor.
En los poetas del 50, salvo en Brines, tampoco es muy frecuente esta técnica y sólo aparece aquí y allá y no necesariamente vinculada a Cernuda.
Caballero Bonald, por ejemplo, la utiliza en “Lo que deja el olvido” o en “A contratiempo”.
En El rey mendigo, libro tardío pero cernudiano de José Agustín Goytisolo, aparece alguna que otra vez la segunda persona, aunque sin la carga emotiva y sin su íntima necesidad de comunicación que rompa la soledad. Poemas como “Sin colmar tu tiempo” o “Preludio de una huelga general fracasada” son ejemplos en ese sentido.
En el caso de Defarges, que, quizás por intermedio de Brines o quizás por influencia directa de Cernuda, escribe poemas en segunda persona que retoman la línea meditativa, la capacidad de evocación, el deseo de distanciamiento, para evitar el fácil sentimentalismo, o el análisis psicológico de una persona solitaria, propio de tantos poemas de La realidad y el deseo.
Con todo, el poeta del 50 que recibe con mayor impacto esta técnica de Cernuda es, sin duda, Francisco Brines, que empieza a utilizarla desde Las brasas.
La sección “Otras mismas vidas”, está ocupada por una serie de poemas en segunda persona. Esta técnica sirve aquí fundamentalmente para evitar el patetismo en la evocación del pasado, aunque no se rechazan, como en Cernuda, sus posibilidades meditativas.
Pero es a partir de Palabras a la oscuridad, sobre todo, cuando Brines comienza a sacarle todo su partido al empleo del tú enmascarador.
Entre los miembros más conocidos de los poetas del 70 es Luis Antonio de Villena el que más se ha destacado en el cultivo y seguimiento de esta técnica típicamente cernudiana, sobre todo a partir de Hymnica. Sin embargo, es utilizada casi siempre, a diferencia del autor sevillano, como un más adecuado proyector de experiencias amorosas, para demorarse en la contemplación de la belleza y, también para contribuir a la creación de un personaje de la estirpe dandi, como en “Un arte de vida”.
Más fieles al sentido del tú cernudiano se muestran otros poetas coetáneos, marginados en un primer momento de la escena literaria, como Juan Luis Panero, Fernando Ortiz o Sánchez Rosillo.
Juan Luis Panero es, posiblemente, el que mejor ha asimilado la técnica cernudiana de la segunda persona, que emplea con abundancia y con sentidos variados y que es una constante de todos sus libros, sin bien la abunda especialmente en sus primeras obras.
También abunda en Panero el uso de la segunda persona como testimonio de soledad y extrañamiento, como adecuado artificio de auto análisis psicológico, valores todos aprendidos en Cernuda.
“Buenas noches”, de A través del tiempo, da testimonio así del dolor por la tristeza y el abandono, y en “Meditación idiota a la hora de acostarse solo” se aproxima Panero al soliloquio cernudiano, con su poner de manifiesto las contradicciones íntimas, con su juego de preguntas y respuestas y con la necesidad de inquerir el misterio de la vida y del destino personal de soledad.
También Fernando Ortiz ha sabido aprovechar el magisterio de Cernuda en el uso de la segunda persona. Pero en su caso, aunque no se desdeñe su empleo como medio de evocación o el rasgo meditativo, en general su aparición va envuelta con matices descriptivos y, fundamentalmente, es un vehículo de autorrefleción y exploración psicológica para mostrar la soledad y el extrañamiento.
Sánchez Rosillo se sirve muy frecuentemente en sus libros de esta técnica (aprendida en Cernuda y en otros poetas posteriores), sobre todo a partir de Páginas de un diario.
En este autor la segunda persona rara vez tiene ese acento imperativo que impregna la poesía de Cernuda y toma el valor o bien de evocación de momentos pasados, objetivando la emoción personal con el tú, o bien de preciso acompañante de una meditación que tiende a generalizarse.
Como en Cernuda, el tú remarca más si cabe la soledad de una persona que necesita hablarse a sí misma: “Modus vivendi” la presenta como consecuencia del rechazo hacia el medio social en que se desenvuelve el personaje poemático, pero en general es producto de su propia forma de ser.
Sánchez Rosillo introduce una variante poco utilizada en la segunda persona al modo de Cernuda y que consiste en emplearla como instrumento de meditación metapoética. El tú se convierte así o bien en una forma de aludir a la construcción del poema, a la espera de la inspiración o bien en un instrumento de confrontación entre dos formas de entender la poesía por el protagonista, o bien en un afrontar su destino de poeta.
Como queda mostrado, el artificio cernudiano, nacido de una necesidad personal y estética, ha atraído la atención de variados poetas posteriores a 1939, que de una manera gradual lo van incorporando a su propia obra. Y si el recurso es casi anecdótico hasta Brines, con ciertos poetas del 70, como los mencionados, se convierte en un poderoso elemento integrador, como ya lo fue en Cernuda que, a veces, con cierto peligro artístico se acerca a la consideración de manierismo.

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